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El que mató al zorro

 


El que mató al zorro es peor que una hiena, ésta solo se alimenta mientras el otro asesina.
En Septiembre de 2007, aprovechando la marcha ya de la inmensa mayoría de habitantes del pueblo a sus lugares de residencia y trabajo habituales, un asesino descerrajó un tiro al zorro que venía visitándonos por las noches en Valdanzuelo buscando comida.
 

Probablemente no la merece, pero la mala fama persigue a la hiena. Carroñera, aprovecha el trabajo de los demás al cazar para arrebatar parte o toda la presa y alimentarse sin demasiado esfuerzo. Sin embargo, todo lo que hace está encaminado a alimentarse, cubrir una necesidad básica.

Por eso, al bellaco que disparó contra el zorro no lo podemos comparar con una hiena, sería insultar a este animal. El que disparó al zorro solo pensaba en su propio placer o en su propio bolsillo. Ya resulta de por sí repugnante que haya seres a los que produce placer quitar vidas al resto de los seres vivos, pero no es solo eso. Los etarras se jactan de sus crímenes, jamás muestran piedad o compasión, son alimañas a las que les produce un incontenible placer matar por la espalda de un tiro en la cabeza. Ese sentimiento soberbio de disponer de las vidas ajenas les excita, se relamen de la sangre que les salpicó en el crimen. Creen también, que esa muerte les hace más libres, que son valientes luchadores, que sobreviven a la opresión...
Quien disparó al zorro, en su supina ignorancia, creía estar liberándose de un peligro para sus posesiones o pretendidas posesiones. Hoy más que nunca, como otros depredadores, el zorro es necesario en los campos sorianos como freno natural a la plaga de topillos y que pueden devorar el alimento que sirve a otras especies que sí son cinegéticas.

Una foto del verano de 2006, el zorro visitando ValdanzueloA este escopetero, que no cazador, solo cabe compararlo con las alimañas etarras que disfrutan matando, creyendo que liberan algo distinto que sus ansias asesinas.

El atrevimiento de este animal en acercarse a Valdanzuelo ya tuvo como resultado un verano a la una de la mañana que en mitad del pueblo alguien decidiera que era el lugar para hacer prácticas de tiro y descerrajará un par de cartuchos intentando matarle ¡Menos mal que no nos dio por pasear en aquel momento! sino quizás hubiéramos acabado con el pijama de madera o en una silla de ruedas. Imagino que debe resultar insoportable la ofensa de contemplar un zorro caminar delante de uno y resistirse a disparar...

Alguien que mata a un zorro seguramente respeta muy poco la vida de los demás, incluidos seres humanos. No cuesta imaginar que es el típico lugareño que uno se cruza por la angosta carretera que nos une a Valdanzo y Langa y te echa porque él considera que son los demás quienes tienen que apartarse o que cuando la gente va caminando en agradable paseo por esa misma carretera cruza a toda velocidad sin medir el riesgo, porque esos paseantes están ahí solo para estorbar, mientras él sí está haciendo cosas importantes. Probablemente también irá con su escopeta al hombro o en a la mano a cazar, fumando y dejando una ristra de colillas por donde pasa y un reguero de cartuchos que no recogerá en ningún caso o el paquete de tabaco cuando lo termine o la lata de atún bajo un árbol después de comer...

Cuesta creer que alguien que dispara a un zorro sea alguien amable y respetuoso, sino que más bien dice mucho sobre qué tipo de individuo estamos hablando. Perros envenenados, zorros envenenados o abatidos a tiros, decenas de cartuchos tirados junto a las fuentes, paquetes de tabaco, botellas de vino, latas... seguramente forman parte del comportamiento de individuos como el "valiente" que amparado en la soledad de Valdanzuelo disparó a un animal que era ya como una mascota de todos, una ilusión generalizada. Como se suele decir, nos disparó a todos, quizás por no poder hacerlo de uno en uno con cada uno de nosotros.

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