Salimos del pueblo por la
carretera de tierra en dirección Noroeste. Cuando llegamos a la bifurcación
seguimos por nuestra derecha, la principal nos lleva hacia El
Recuenco,
Tejera y
demás. Sin embargo, nosotros decidimos seguir hacia la Quintanilla en esta
ocasión, antes de llegar a nuestra derecha permanece la Mostaza, un poco más
adelante un puente cruza el agua del Recuenco, justo donde se une a la
Mostaza.
Si continuamos llegamos a una nueva bifurcación donde giramos de nuevo a la
derecha.
A nuestra izquierda y entre
los chopos siguen naciendo manantiales, uno de ellos forma un arroyo. En otros
tiempos, cuando se cuidaba de los arroyos, acequias y canalizaciones, esta
chopera se hallaba atravesada por canales. Estos pequeños canales recogían el
agua que rezumaba del suelo y la canalizaban hasta el arroyo que discurre y nace
pegado a la falda del monte. Ahora y por el descuido, en época de lluvias o
cuando brotan estos manantiales, el agua se encharca atascada en este lugar
haciéndolo intransitable. Es una pena.
Cruzaremos por encima de
este arroyo y apenas unos metros más allá de su cauce hallamos y a las que
podemos denominar Hoyas pequeñas de
la Quintanilla. Tres pequeños ojos sitos en el suelo por donde brota atrevida
el agua. Muy próximos unos a otros tienen una belleza particular, por lo que
merece la pena detenerse unos instantes a contemplarlos y escucharlos. Pasada la
Quintanilla estarían otros tres grandes ojos con un caudal y tamaño
bastante más
importante que se nombran por los lugareños en su conjunto; las
Hoyas.
Si seguimos el camino,
encontramos por fin a nuestra izquierda la Quintanilla. Nunca, ni en
los peores años de sequía, ha dejado de brotar esta fuente. Está situada
justo en el lugar donde el monte se vuelve llano. Hace una cuña hacia dentro
del monte. En el vértice superior de ese triángulo hay una grieta entre dos
rocas, justo por ese lugar se puede observar un chorro importante, un poco más
a la derecha queda la otra grieta por la que surge más agua. Alguien en su
día, tuvo la feliz ocurrencia de cerrar este triángulo con otra piedra, con lo
cual se crea un pequeño remanso de agua y un chorro que no cesa jamás.
¡Cuántas veces habrán saciado la sed estas aguas!. Uno se agachaba y pegaba
sus labios sobre la superficie del agua, mientras tenías los ojos muy
abiertos, contemplando el fondo a través de la cristalina superficie.
El arroyo cruza el camino y
corre a unirse al resto de aguas que cruzan ya muy abundantes por aquí. Sin
embargo, en menos de 1 kilómetro aún quedan muchos manantiales que sumarse a
la Mostaza.
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