Este
recorrido es sin duda, un hermoso paseo, ideal para realizar con
calma y sin prisa, deteniéndose en cada manantial o fuente un
instante, intentando imaginar y comprender de donde viene toda
esta agua que de pronto surge a nuestra vista, realizar un plano
mental de todas las corrientes subterráneas sobre las que
estamos caminando, de cuántas grutas o cavernas se hallarán
escondidas sin haber visto jamás la luz...
De igual modo, se
puede realizar esta marcha en una bicicleta de montaña, pues
aunque la mitad del recorrido transcurre por pistas de tierra,
no necesitamos correr y a paso tranquilo se puede realizar
perfectamente.
Saldremos una vez más
por la pista de tierra que conduce a Languilla, en la provincia
de Segovia, pueblo cercano a
Ayllón, Maderuelo y al
Pantano de
la Cuerda del Pozo o Pantano de
Linares. Aún no ha terminado el
pueblo y a nuestra derecha comienza una larga chopera que se
extiende casi sin solución de continuidad hasta la Quintanilla.
No es necesario sin embargo, llegar hasta la Quintanilla
para
comenzar a ver fuentes, de hecho, la primera aparece sin casi
aún salir de Valdanzuelo, existiendo construcciones frente a
ella y a apenas una decena de metros de la casa más próxima.
A nuestra izquierda se
sitúan unos establos de ovejas, a nuestra derecha la primera
fuente, la que llamaremos Fuente del Saúco o Sabuco como dicen
en Valdanzuelo a este tipo de árbol. Realmente, carece de
nombre consensuado, pero dado que nace debajo de las raíces de
este árbol, la llamaremos así. No deja de ser extraño que la
fuente más próxima a Valdanzuelo carezca de nombre
"oficial".
Resulta imposible
enumerar todas y cada una de las fuentes y hoyas de las que
brota agua en esta chopera. Si queremos pasear por debajo de
ella en un año húmedo tendremos ciertamente dificultades. El
abandono al que se halla sometida ha asilvestrado la vegetación,
arroyos y regatos que en tiempos eran limpiados con frecuencia
permanecen ahora atorados por culpa de la hojarasca y las ramas
secas, llegando en ocasiones a parecer una zona pantanosa. No
obstante y sin llegar a estos extremos en épocas más secas, la
dificultad estribará en la maleza y en sortear los cauces de
los arroyos. Entre tantas podemos destacar la
Fuente del Prado, de la que nos ocupamos en la sección
de fuentes, que se
oculta entre los árboles de la chopera.
Seguimos caminando, no
hay que andar mucho más para encontrar otra fuente, una hoya
que se ha "urbanizado" en forma de cuadrado, gracias a
los sillares superpuestos y el cemento que forma los bordes de
este cuadrado. Estamos ante la
Fuente
Vieja, fuente que durante largo tiempo fue la
favorita de los lugareños para suministrar del líquido
elemento en su forma potable a Valdanzuelo.
Ya tenemos un pequeño
arroyo, arroyo que un poco más adelante de la Fuente Vieja se
represaba y servía de lavadero natural de ropa, lugar al que
acudían las mujeres para aclarar la colada sobre todo. Unos
metros después de esta presa se unen este corto arroyo y las
aguas que eventualmente bajen por la Mostaza.
Siguiendo el camino la Mostaza
puede recoger el agua que mana de los múltiples arroyos de la
chopera. Sin embargo, alguien tendrá que haberse ocupado de
limpiar su cauce, como ya hemos comentado. A nuestra izquierda
se sitúa la Cruz.
Más adelante, sin llegar siquiera a la bifurcación que nos
lleva hacia la Quintanilla,
pasaremos ante dos hoyas; la Fuente del
Piojo y la Fuente del Lobo.
Hoy día resulta difícil el localizarlas por la abundante
maleza que ha crecido a su alrededor o sobre ellas. En otros
tiempos servían de consuelo para la sed de personas y bestias
que regresaban sofocados por el sol de agosto durante la siega a
mano.
Enseguida tenemos la
bifurcación que hacia la derecha nos lleva al Recuenco,
pero seguiremos de frente en esta ocasión. Nos hará falta
andar muy poco para encontrarnos pronto de nuevo el agua.
Llegamos a un puente bajo el cual cruza el agua que viene del Ojo
y del Recuenco
y nada más salir se encuentra con la Mostaza
y cuanto ha ido recogiendo en un hermoso ensanchamiento. A partir de aquí cuesta llamarlo
arroyo, aunque río quizás sea demasiado atrevido.
En el siguiente cruce de
caminos, tomaremos el de la derecha que se adentra entre los
chopos, si siguiéramos de frente nos marcharíamos hacia Valdeperal.
De entre los chopos que quedan ahora a nuestra izquierda surgen
en tiempo húmedo multitud de regueras, anteriormente cuidadas y
desbrozadas por las que corría el agua hasta el arroyo que nace
un poco antes de la Quintanilla.
Al no estar ahora limpios estos cauces y desaguar el caudal
necesario, esta chopera se inunda y queda encharcada buena parte
del año. El arroyo cruza bajo el camino y apenas un metro más
adelante y a nuestra derecha quedan las hoyas
pequeñas de la Quintanilla. Si seguimos andando
pronto oímos el chorro constante que brota de la Quintanilla.
No nos extenderemos en
hablar de esta fuente que tiene su propia página dentro de esta
web, solo decir que no deja de sorprender su persistencia a
pesar de sucesivos ciclos de sequía y que incluso que cuanto le
rodea parece terreno secano incapaz de abrigar tanta agua
escondida.
A partir de aquí la cosa
se complica, hay tantos lugares por los que brota el agua que no
podemos detenernos en cada uno, sobre todo si estamos en un año
lluvioso. Esta pista de tierra nos llevará directamente hacia
la Bemberrosa,
pero aún siendo un recorrido no excesivamente largo desde la Quintanilla, a nuestra derecha surge el agua por múltiples
salidas. Pasaremos por las
Hoyas, agujeros de grandes
proporciones por los que brota el agua en abundancia pero
habitualmente difíciles de observar por culpa de la
vegetación.
Pronto llegaremos a un
árbol situado a la vera del camino, a sus pies o raíces
tenemos otra salida de agua cristalina, como si manara del
propio árbol. No lo veremos si no lo investigamos. Hallar este
árbol junto al camino no resulta difícil, ya que es el único
que nos encontraremos en todo el recorrido a partir de la
Quintanilla, pero debemos bajar hacia el lecho de la Mostaza
y entre las ramos observaremos una salida de agua bastante
importante. Realmente son dos árboles y uno
de ellos vuelve a ser un sabuco...
A un lado y
otro de la Mostaza veremos pequeños
cauces a modo de regatos naturales de los que brota el
agua, aunque la multitud de hierbas que los flanquea nos impide
observarlos.
Si podemos caminar junto al agua, atravesando las
tierras cultivadas, probablemente alguna pareja de ánades
levanten el vuelo espantados por nuestra presencia. Es ya tan
abundante el agua a esta altura, que en cuanto el cauce del río
se ensancha, se forma una zona de aguas tranquilas muy
apetecible para estas aves.
Así,
llegamos pronto a la siguiente salida de agua importante; la
fuente de la Bemberrosa.
La caseta, situada a la misma vera del camino, donde se canaliza
el agua a Valdanzo es
nuestro aviso. A sus pies escapa el sobrante, siempre abundante,
que no va a parar al depósito del pueblo vecino. Podemos
detenernos allí, bajar sus escalones y echar de nuevo un trago
de agua, incluso comernos ese tentempié al amor del rumor
producido por la fuente. Si es el tiempo, quizá de postre
podamos comernos algunas de las moras alargando tan solo la
mano.
Si proseguimos, pronto
encontraremos que el agua se acumula en una pequeña presa, su
cometido es el de distribuir el agua cuando es necesario
por las acequias que riegan diversos huertos. Llegamos así al Puente
del Molino, el lugar que tradicionalmente delimita
los términos de Valdanzuelo
y Valdanzo. Puente bajo el
que el agua cruza siembre abundante y señal de nuestro inicio
del camino de vuelta, que haremos por la carretera asfaltada. Un
poco más adelante, el molino aprovechaba la fuerza de estas
aguas para moler el grano.
Iniciada la vuelta y
antes de llegar a la primera curva que asciende hacia Valdanzuelo,
aún podemos contemplar otro manantial a nuestra izquierda muy
cerca de la carretera. Este nace en un lugar completamente
llano, junto a una antigua tierra de labor. Nunca ha llegado a
formar un cauce propiamente dicho por lo que el agua se estanca
en una charca más o menos grande, según lo lluvioso del año.
El camino de vuelta nos
ofrecerá una visión nueva, algo más elevada, del sendero
seguido y desde el otro lado del valle, lo que nos aportará
nuevos matices y permitirá ver el nacimiento de otros arroyos
en el lado derecho de la Mostaza.
Incluso si lo deseamos podremos ascender hacia la fuente
de Carramolinos que quedará a nuestra izquierda en
la ladera del monte. En este regreso nuestra perspectiva de
cuanto hemos contemplado en detalle en la ida, se amplia
permitiendo formarse una idea del conjunto. También si es cerca
del atardecer o al amanecer, no será extraño contemplar algún
animal que se acerca a abrevar o a darse un festín de hierba en
el lugar que a la ida recorrimos.
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