Ahora mismo puedes ir a verlo, porque ha brotado. Marzo 2025
En primer término la fuente de la Chaparra, antes de verter al cauce del Manadero
El rey de los manantiales de Valdanzuelo. No hay un equivalente en cuanto a vistosidad. Su situación retrepando la ladera del monte, la cascada de rocas, muchas veces alfombrada de musgo, por las que se desliza el agua y los cambios que sufre según el caudal del agua o la estación, lo convierten en ese lugar numerosamente visitado cuando brota.
Cabe reseñar que cuando esto sucede el arroyo de la Mostaza crece en longitud, puesto que adelanta el lugar de su nacimiento, aproximadamente en un kilómetro.
Es una fuente efímera que además nunca llega sola.
Unos metros más abajo del chorro principal surge la Fuente de la Chaparra. Un manantial que pasa desapercibido si no fluye. Las hojas secas de la encina lo cubren todo y nada hace sospechar que de entre aquellas raíces brote agua. Lo habitual es que antes de que lo haga el Manadero brote esta fuente.
También suele suceder que una vez que el Manadero se seca, aún siga brotando durante cierto tiempo la Fuente de la Chaparra.
La roca bajo la cual justo brota el Manadero.
A nuestra derecha y un poco más arriba, quedará la Fuente de la Zarza
Sin embargo, se convierte en un recorrido efímero. El caudal que surge bajo el árbol, aunque parezca abundante, no da como para alcanzar Valdanzuelo y en no más de diez metros ha desaparecido filtrado en el terreno.
Otra boca se abre en ocasiones en este lugar. Al revés que la Fuente de la Chaparra lo hace por encima del Manadero. De este modo, solo se manifiesta cuando ya lo hace el Manadero y continúa lloviendo o aumentando el caudal. Si no da a basto con la salida principal, el agua aparece por su derecha algo más arriba. Otra fuente que de no brotar pasa desapercibida. Recibe el nombre de Fuente de la Zarza.
Es tan efímero el tiempo que permanece activa esta surgencia, que apenas tiene un lecho reconocible por el que transcurrir. Mientras brote, nos asegura que aún queda una larga temporada de Manadero.
Desde la boca del Manadero era antes posible observar Valdanzuelo. Ahora la vegetación se ha cerrado, impidiendo unir visualmente ambos lugares.
Hay quien comenta que existió en tiempos otra surgencia muy cercana; el Tolillo. Un manantial a ras de suelo al otro lado del camino de la Antillera. Se cuenta que también brotaba posteriormente a que lo hiciera el Manadero. De entre las piedras surgía un potente chorro que originaba un arroyo que terminaba enlazando con la Mostaza. Sin embargo, hace décadas de aquello y formaría parte de otras fuentes desaparecidas, como la Fuente Blanca.
Las encinas se cubren de musgo en su base y de líquenes en sus ramas.
Como el resto de surgencias, el Manadero ha ido modificándose con el tiempo. La pared sobre la que se asienta la roca, bajo la cual surge el agua, deja caer cada vez más material, piedras y tierra, sobre la boca del manantial. Cuando el agua revienta, arrastra todo ese material y poco a poco, se va alargando una llana plataforma que va aumentando de tamaño. El agua sale plana y se precipita cada vez de forma más abrupta y vertical, al superar esa zona llana.
La belleza del Manadero no obstante, no radica solo en la boca de la que surge el agua. Todo lo que está alrededor contribuye a realzar el encanto del lugar. Un bosque cerrado de encinas, con abundantes líquenes cubriendo sus ramas, que le otorgan según la hora del día, cierto aire misterioso. Una pared vertical sobre el manantial, mucho más desprovista de vegetación que las zonas contiguas. Un clareo que contribuye a señalar desde lejos el lugar donde se sitúa el manantial.
La cascada de rocas que se cubre de musgo, un torrente de verdor cuando no fluye el agua. La abundancia de setas en la época propicia... Todo contribuye a crear un rincón mágico.
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