La Bemberrosa

Manantial

Los escalones casi cubiertos por la vegetación nos acercan hasta la parte más baja de la caseta y por donde se vierte el agua sobrante.

La Bemberrosa conserva aún cierto encanto. Es verdad que la surgencia original ha sido cubierta por una caseta y urbanizada de alguna manera. Sin embargo, sigue siendo un punto de encuentro a mitad de camino entre los pueblos vecinos de Valdanzo y Valdanzuelo.

Situada estratégicamente, cercana a la carretera y en el camino que viene de la Quintanilla.

La pequeña construcción de color blanco nos anuncia su presencia. Cuentan que el manantial original se desangraba con mucho menos caudal del que muestra en la actualidad.

Al parecer, con la intervención para la captación de aguas en Valdanzo se aumentó el tamaño de la oquedad  por la que surgía el líquido, derramándose en mucha mayor medida.

El manantial actual, no es más que el rebosadero por el que se vierte al exterior el agua sobrante de la captación.

Hay que rodear la construcción para encontrar unos escalones de cemento entre las zarzas. Los peldaños nos llevan hasta el chorro. Un cuadrado de cemento recoge en primera instancia el agua. Aunque la vegetación oprime cada vez más alrededor, hay espacio suficiente para llenar una botella o un vaso. Ni que decir tiene, lo que supone este lugar en pleno verano...

 

El rebosadero por el que mana el agua .

Cuando el calor aprieta, alcanzar andando o en bicicleta este lugar y poder bajar los escalones hasta un chorro de agua cristalina y helada como este, no tiene precio. El ruido del agua y el frescor que se respira, son difíciles de explicar si no se experimentan allí mismo.

Algo impagable además, es que es una de esas fuentes que nadie recuerda haber visto secarse en ninguna ocasión.

Esa certeza fue la que incentivó a utilizar este manantial como toma de agua para surtir de suministro a Valdanzo.

Algunos piensan sin embargo, que agrandar la salida de esta fuente puede motivar que otras se sequen con más facilidad.

En cualquier caso, es un lugar en el que disfrutar de una parada. Solo el abandono, como sucede con otras muchas fuentes y lugares por estas tierras, empaña la visión del lugar.  Las zarzas estrechan cada vez más el pasillo por el que descender hasta el agua. También han cubierto los asientos en uno de los lados, impidiendo su uso. 

 

Bajo esta caseta brota el agua sin fin.

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